La Revolución - La Bienvenida.

No debería decirlo así pero, en general me decepcionó Revolución (Canana, 2010). Quizá porque esperaba más: elaboraciones más complejas, más duras y lúcidas de lo que se supone es la vanguardia del cine mexicano, sobre un tema a modo. Supuse que el “librepensamiento” que muchos de los directores blanden en cada oportunidad iba a ser explotado incluso hasta el escándalo, pero no fue así.

Tengo la impresión de que muchos adaptaron historias que ya tenían en el cajón agregando a fuerza un “elemento revolucionario”, pero a fuerza ni los zapatos… Otros agotaron muy pronto su metáfora central. Supongo que era de esperarse cuando la nota era sobre el mare mágnum para su exhibición y no sobre el contenido artístico.

 El sabor que me deja es acedo, fatigado… tan decepcionante como muchos miran al movimiento a [más de] 100 años de su inicio, al menos esto sí lo reflejan. Creo que el razonamiento sobre la Revolución Mexicana merecía más.

 Por suerte hay una salvedad:



La Bienvenida de Fernando Eimbcke, en mi gusto la mejor. Historia sencilla con muchos ecos, perspicaz y pulcramente realizada. De pocas palabras permite a las imágenes sugerir significados. Intento leer algunos: La insignia de la historia es la banda de música de San Felipe Otlaltepec y no en vano pues, la orquesta es la democracia perfecta y el hecho de que ensayen quiere decir mucho en términos de construcción civil

Tampoco es casualidad que la partitura que interpretaran sea el Don Juan de Mozart, monumento a la libertad de pensamiento de un auténtico renovador como Wolfang… quizá hoy no se sienta así, sino al contrario... paradójicamente cada círculo que forma el tronco de la tradición, ha sido elaborado por un revolucionario. La banda ensaya para lo que se adivina un suceso: alguien, algo vendrá. Todos deben de estar a la altura por lo que Armancio el personaje central, necesita ensayar y así lo hace: asume su responsabilidad y cobija en hombros se prepara toda la noche, atempera su sousafón (una especie de tuba), practica su “solfeo”, su digitación. 

A la par, cumple con su tarea de padre (su chamaco tiene mejores pulmones que él) esto incluso sirve para meter una coba izquierdosa (la tiendita versus el OXXO) que a fin de cuentas, pasa.

Despierta con el día, se apura a acarrear el agua para su aseo, viste su ropa de función y se dirige al lugar del acontecimiento, que ya está adornado y donde el pueblo entero se ha reunido. La ‘autoridad’ agradece a todos por su “querida presencia”, Armancio se nota orgulloso y se inicia… la espera...

Pasa el tiempo (poco más de 100 años ya) y la cascada de imágenes no es nueva, pero sí revela la situación del pueblo, su ánimo. Sigue pasando el tiempo. Se pide paciencia… Ya vendrá, pero el advenimiento no llega, para muchos no ha llegado, quién sabe si lo haga...

Ultimamente las películas que me gustan me remiten irremediablemente a Cavafis y La Bienvenida no se salva, la afinidad es inmediata con Esperando a los Bárbaros, los versos finales desentrañan mejor la película:

¿Por qué tan rápido los ciudadanos vacían las plazas y las calles, y regresan a sus casas pensativos? Porque cayó la noche y los bárbaros no llegaron y gente que viene de la frontera asegura que ya no existen los bárbaros. Y ahora, ¿qué sucederá sin los bárbaros? Estos hombres al menos ofrecían una solución.

Lo peor es que los bárbaros que esperamos no ofrecen soluciones, al contrario. Ninguna revolución del siglo XX para no ir más lejos, ni la rusa, ni la mexicana, ni mucho menos la cubana cumplieron a carta cabal sus ofertas, son indefectibles en otro sentido y sirven para otra cosa.

El cumplimiento viene por otras vías, menos violentas y alejadas de las vías sin retorno y de los callejones sin salida que son la revoluciones: sino mediante conquistas pequeñas y cotidianas. Así lo veo, tal vez esté equivocado. Lo que asombra es que como Armancio nos quedemos esperando, entre la ingenuidad y la no–renuncia desempeñando nuestro papel, tocando las notas precisas, no importa lo demás. Lo que asombra es que aquellos ideales hoy se sientan tan distantes e irreales… tan sólo lean las Palabras Finales del profesor Benjamín Arredondo autor de Historia de la Revolución Mexicana, de 1977 a ver qué les inspiran:

“La Revolución Mexicana concluirá cuando todos los mexicanos sepan leer y escribir, tengan un albergue seguro sin que les falte el pan de todos los días; y con el calor de un hogar en el que no carezcan de lo necesario, puedan ver crecer felices a sus hijos también felices, sin el temor de un mañana ensombrecido por la incertidumbre y la miseria”.

¿Demagogia? No lo sé, lo que sé es que son palabras inquietantes, el gran reto de cualquier tiempo porque, con todo y espera, las utopías sólo se instalan en la línea del horizonte, allá a donde la música llega y se diluye, allá donde Armancio pierde la mirada.

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